Un Análisis del Relativismo Tramposo de Pablo Iglesias sobre Venezuela

Desmontando la Propaganda: Un Análisis del Relativismo Tramposo de Pablo Iglesias sobre Venezuela

Artículo original publicado en ARA


29/07/2024  – Pablo Iglesias

Venezuela o la geopolítica contra la democracia

Seguidores de Nicolas Maduro
Seguidores de Nicolás Maduro celebran los resultados electorales. ALEXANDRE MENEGHINI / REUTERS

Escribía Pablo del Amo esta mañana en X que, para Occidente, lo más importante no es que un país sea democrático, sino que siga sus posicionamientos geopolíticos. En las relaciones internacionales los intereses geoestratégicos priman, añadía. Ningún politólogo o internacionalista serio podría ponerle un pero a esta afirmación del coordinador del colectivo Descifrando la guerra. Y tampoco podría ponérselo un cuadro político con un mínimo de experiencia política, tenga la ideología que tenga. Creo que este es el punto de partida más sensato a la hora de entender lo que significan los posicionamientos políticos internacionales y mediáticos respecto a las elecciones presidenciales de ayer en Venezuela.

Con todos sus defectos en lo que respecta a la calidad de sus mecanismos demoliberales, Venezuela es un país en el que hay elecciones competitivas que muchas veces ganan los partidos y coaliciones antichavistas que, de hecho, gobiernan en 4 gobernaciones (el equivalente a las comunidades autónomas en España) y en más de 100 alcaldías de Venezuela. Si Venezuela es presentada por buena parte de la prensa occidental como una terrible dictadura al tiempo que presenta a países como Arabia Saudi, Qatar, Marruecos o Israel como respetables socios, esto responde a lo que fríamente señalaba en su tuit Pablo del Amo.

El oficialismo venezolano podía perder estas elecciones pero, seamos serios, no era muy probable que ocurriera. Es dudoso que Maduro hubiera asumido competir electoralmente contra una oposición unificada en torno al candidato de Maria Corina Machado si no tuviera buenas perspectivas electorales. Teniendo en cuenta, además, que de Venezuela migraron más de 7 millones de ciudadanos (se presume que mayoritariamente antichavistas) que no tenían fácil votar en las elecciones y que la situación económica ha mejorado notablemente en los últimos años, no era difícil deducir para cualquier observador que lo más probable era que ganara el oficialismo. A ello hay que añadir que la candidata moral de la derecha, Corina Machado estaba inhabilitada (una decisión discutida jurídicamente) y tuvo que avalar a Edmundo González. Al final Maduro gana, aunque lejos de los mejores resultados históricos del chavismo.

Sospecho que, en esta ocasión, con mayor o menor disimulo, Europa y EEUU acabarán reconociendo la legitimidad del gobierno venezolano. Hay muchos negocios y mucha geopolítica en juego

Las denuncias de fraude se han convertido en un clásico en las narrativas de las derechas políticas y mediáticas y ya se usan nada menos que en EEUU. Y no olvidemos que nuestras derechas ya amagan con usarlas aquí. La guerra cultural de la derecha es así como no se cansa de repetir Milei y todos sabemos que, entre denunciar que Podemos quería destruir la democracia y expropiarte la casa de la playa, o que Pedro Sánchez es poco menos que un dictador y decir que hay fraude electoral en España hay un trecho muy corto.

Pero, mirando con frialdad la situación, ¿alguien puede creer que si las autoridades electorales venezolanas fueran a llevar a cabo un fraude, habrían acreditado a casi un millar de observadores internacionales incluida la Fundación Carter de EEUU, cuya reacción es muy esperada? Es verdad que no dejaron entrar a los dirigentes que del PP, que no iban a participar en la observación sino solo a acompañar como turistas a la derecha venezolana, pero ¿alguien puede creerse que José Luis Rodríguez Zapatero, que ha sacado de la cárcel a más opositores venezolanos que nadie, habría acudido a Venezuela si tuviera dudas sobre la limpieza del proceso? Para responder a estas preguntas conviene dejar al lado la ideología y confiar en el más obvio sentido común.

Es innegable que en política internacional siempre ha mandado la geopolítica pero es cierto que, en los últimos tiempos, se ha producido un fenómeno curioso; al tiempo que se reducen los disimulos democráticos y vemos que en EEUU puede gobernar Trump o que la misma Unión Europea que reventó a Tsipras avala a sus propios fascistas siempre y cuando asuman la OTAN, los brazos ideológico-mediáticos de los grandes poderes económicos llaman a tomar los capitolios cada vez que los resultados no cumplen sus expectativas. Y esta sí es una realidad realmente peligrosa porque cada vez es menos creíble la retórica democrática y, sobre todo, tiene un recorrido más incierto frente a la aplastante lógica de la geopolítica.

Cada vez es más obvia la degradación del prestigio de la democracia como sistema procedimental que se asuma como mínimo común denominador para obtener el reconocimiento internacional

Es precisamente esa lógica, y no tanto su victoria electoral, la que da mejores perspectivas al oficialismo venezolano. Como ha señalado Bruno Sgarzini citando a The Wall Street Journal, una parte del empresariado estadounidense habla con Maduro y presiona al gobierno de Biden para que levante las sanciones porque lo ven como una opción estable para la inversión. Como señala este periodista, en Venezuela hay en juego los negocios petroleros y de gas de compañías estadounidenses y europeas, como Chevron, Eni y Repsol, así como la renegociación de los bonos de deuda venezolana por 60.000 millones de dólares comprometidos por Maduro. Esta situación da más opciones al presidente Maduro de ser reconocido como tal por Europa y EEUU que el propio resultado electoral.

Permítanme aventurar un augurio. En esta ocasión habrá ruido y denuncias de fraude, pero dudo que alcancen el nivel de ocasiones anteriores y dudo que Europa y EEUU se inventen a un nuevo Guaidó. Sospecho que, en esta ocasión, con mayor o menor disimulo, Europa y EEUU acabarán reconociendo la legitimidad del gobierno venezolano e invitarán a su oposición a que se integre más en el sistema político. Hay muchos negocios y mucha geopolítica en juego.

El problema es que cada vez es más obvia la degradación del prestigio de la democracia como sistema procedimental que se asuma como mínimo común denominador para obtener el reconocimiento internacional. Esto tiene que ver con la geopolítica, pero también con una derecha que se ha acostumbrado a no reconocer las elecciones cuando pierde.

Pablo Iglesias es doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid, ex secretario general de Podemos y ex vicepresidente segundo del gobierno


Pablo Iglesias es doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid, ex secretario general de Podemos y ex vicepresidente segundo del gobierno

El reciente artículo de Pablo Iglesias sobre Venezuela es un claro ejemplo de cómo la manipulación informativa y las falacias lógicas se ponen al servicio del blanqueamiento de un régimen autoritario. Bajo la apariencia de un análisis geopolítico, se teje una narrativa que busca equiparar la situación de España con la de Venezuela, minimizando la gravedad de la crisis humanitaria y la represión sistemática que sufre el país latinoamericano.

Para comprender la gravedad de esta manipulación, analicemos en detalle las falacias y técnicas empleadas:

1. Falsa Equivalencia Moral:

Iglesias incurre en una flagrante falacia de equivalencia moral al comparar las denuncias de fraude electoral en España con las de Venezuela. Veamos un extracto que evidencia esta estrategia:

“Las denuncias de fraude se han convertido en un clásico en las narrativas de las derechas políticas y mediáticas y ya se usan nada menos que en EEUU. Y no olvidemos que nuestras derechas ya amagan con usarlas aquí.”

Comparar la situación de España, un país con un sistema judicial independiente, medios de comunicación plurales y una oposición que puede expresarse libremente, con la de Venezuela, donde impera la censura, la persecución a periodistas y el control estatal sobre los medios de comunicación, es un ejercicio de cinismo que busca minimizar la gravedad de la situación venezolana.

2. Doble Rasero:

El doble rasero se hace evidente cuando Iglesias critica la supuesta hipocresía de Occidente por señalar a Venezuela mientras se relaciona con otros países con problemas democráticos, pero ignora que la crítica a unos no exime de criticar a otros. La gravedad de la situación en Venezuela, como veremos con los datos de RSF, no tiene punto de comparación con la realidad de ningún país democrático.

3. Instrumentalización de la Geopolítica:

Iglesias utiliza la geopolítica como una cortina de humo para justificar el apoyo al régimen de Maduro. Su argumento se basa en que las críticas a Venezuela responden únicamente a intereses geopolíticos de Occidente, presentando la defensa del régimen como una postura “antiimperialista” por defecto. Este maniqueísmo simplista ignora la complejidad de la situación, ocultando la realidad de un régimen que viola sistemáticamente los derechos humanos de su pueblo.

4. Apelar al “Sentido Común” (y a Zapatero) como Trampa Retórica:

Para reforzar su postura, Iglesias recurre a preguntas capciosas que apelan a un “sentido común” construido ad hoc:

“¿alguien puede creerse que José Luis Rodríguez Zapatero, que ha sacado de la cárcel a más opositores venezolanos que nadie, habría acudido a Venezuela si tuviera dudas sobre la limpieza del proceso?”

Esta pregunta sobre Zapatero es un claro ejemplo de manipulación por varias razones:

  • Pregunta Capciosa: La pregunta en sí misma ya presupone la respuesta deseada. No se cuestiona si el proceso electoral fue limpio o no, sino que se da por hecho que si Zapatero estuvo presente, entonces el proceso debe ser legítimo.
  • Falsa Dicotomía: Se presenta una dicotomía falaz: o se cree en la honestidad de Zapatero o se duda de la limpieza del proceso electoral. Esto ignora la posibilidad de que Zapatero, a pesar de sus esfuerzos por liberar presos políticos, pueda estar equivocado, mal informado o incluso ser manipulado por el régimen venezolano.
  • Apelar a la Autoridad: Se utiliza la figura de Zapatero como “autoridad moral” para validar el proceso electoral, sin aportar pruebas concretas de su transparencia. El hecho de que haya mediado en la liberación de presos políticos no lo convierte en un experto en procesos electorales ni garantiza que estos sean limpios.
  • La Trampa del “Sentido Común”: Apelar al “sentido común” es una estrategia común para evitar el debate argumentado y presentar una conclusión preconcebida como obvia e incuestionable.

5. Los Datos como Antídoto: Reporteros Sin Fronteras (RSF)

La información de Reporteros Sin Fronteras (RSF) desmonta por completo la narrativa de Iglesias. Mientras España ocupa el puesto 30 en el ranking mundial de libertad de prensa, Venezuela se hunde en el puesto 156. Esta abismal diferencia no es casualidad, sino el reflejo de dos modelos opuestos: uno democrático con sus defectos y desafíos, y otro autoritario que ha desmantelado las libertades fundamentales.

Conclusión: Desenmascarando la Propaganda

El artículo de Pablo Iglesias es un claro ejemplo de propaganda que busca blanquear la imagen de un régimen autoritario a través de la manipulación y las falacias. Confundir la crítica a las políticas internacionales de Occidente con la defensa a ciegas de un régimen opresor es un error peligroso que solo beneficia a quienes se benefician de la represión y el silencio. Es necesario un periodismo crítico e independiente que desenmascare este tipo de discursos y defienda la verdad por encima de cualquier interés ideológico.


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