Víctimas entre la población civil

Así quedó el gorro de Eliseo, de 13 años, de la ciudad de Brovary. Y así, la camiseta blanca que llevaba sobre su cazadora para que los ocupantes rusos pudieran ver claramente que se trataba de gente pacífica.
Los armados rusos sin duda vieron que se trataba de civiles: mujeres, niños. Les han dejado seguir. Incluso agitaron la mano para despedirse de ellos.

Poco después, dispararon a todo el convoy. Siete personas murieron. Eliseo estaba entre ellos. Estaba tumbado en el asiento trasero “como un gatito, acurrucado”. ¿Por qué les han matado? ¿Solo porque querían salir del infierno en el que habían convertido el municipio?

La madre Inna acabó enterrando a su hijo, dos veces. Primero en un jardín, cerca de una casa en Pobeda, lugar donde se escondían de los misiles y los proyectiles. La primera vez lo enterró sin ataúd, sin sacerdote y en ausencia del padre. El padre de Eliseo estaba luchando en el frente. Mientras los ocupantes rusos ni siquiera permitían que el cuerpo del niño fuera desplazado al cementerio.

Eliseo fue reenterrado en el nuevo cementerio de Brovary. Esta vez un un ataúd cerrado. Aunque el padre nunca llegó a ver el cuerpo.


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